martes, 31 de julio de 2012

El cine-tren de Medvedkin (I): ¡Cuida tu salud!


El cine-tren de Medvedkin
Por Adrián Tomás Samit
      


1. Introducción

Resuena la hipnótica voz de Chris Marker, y como todo lo que nos ha dicho a lo largo de su historia, de la Historia, es un descubrimiento magnífico para el que ve por primera vez una de sus películas. Al mismo tiempo es toda una revolución y una declaración de intenciones. Y una reflexión y un ensayo también. En esta ocasión, Marker nos devuelve a la vida a Aleksandr Medvedkin. Dentro del sublime documental El último bolchevique (Le Tombeau d’Alexandre, 1993), Marker hace una para en el camino para hablarnos de el cine-tren de Medvedkin. Del que ya nos había hablado en un cortometraje documental previo con el título de El tren en marcha (Le train en marche, 1973).

En un país en el que la vía férrea era el único medio de comunicación, un tren mítico cruzaría todo el país… y desde ahí, todo el cine documental y ficción mezclados… desde Aleksandr Dovzhenki a Ilya Trauberg… del Tren Mongol al Expreso Azul…todos tenían su tren. Pero, claro está, tu tren sería único”.
  
¿En que consistía el cine-tren de Medvedkin? Mejor que nos lo explique él mismo:

No digo que sea fácil montar un estudio de cine en vagones de tren… pero, éramos jóvenes y nos pareció interesante sacar el estudio de una habitación y ponerlo en vagones”. Cogimos tres vagones de pasajeros, vaciamos todo su interior, liberamos todo el espacio posible e instalamos los aparatos más importantes. Lo primero, lo más importante, el laboratorio, una mitad del vagón. La otra mirad se transformó en la sala de montaje. Al lado había un banco de animación para filmar los títulos y hacer los dibujos animados […]Podíamos llegar a todas partes, parar el tren, rodar las películas, revelarlas allí y enseñarlas enseguida a quienes habíamos filmado. Lo importante es que éramos un grupo de entusiastas de jóvenes románticos dispuestos a afrontar cualquier obstáculo”.
  
Los entrevistados en el documental de Marker, al que estas breves líneas de contextualización no hacen justicia, explican al detalle todo lo que supuso esta invención. Entre ellos, Tolschan reproduce las palabras que un día le dijo Medvedkin: “Debo recorrer el país para mostrarlo y conocerlo mejor”. Y ese fue el objetivo del cine-tren. Mostrar todo lo que sucedía en aquel periodo entre 1931 y 1935.

Viktor Diomen, diomen recuerda que entre otras muchas cosas, Medvedkin “quería hacer películas para los soldados. Eran sencillas, de 10 o 20 minutos y podían considerarse de ficción. Tuvo que renunciar a su cargo, pero eso no le detuvo. Y cuando empezó a revelar la película… me dijo que había llorado tras montar los dos primeros planos… y que en la pantalla aquello transmitía una frase significativa, que comunicaba algo”.

El entrevistado habla sobre las imágenes que Marker está analizando y que pertenecen a una de las películas que se han conservado de esta aventura: ¡Cuida tu salud! era su título. Como reflexiona Maker, Medvedkin, “en tu estudio militar querías enseñar higiene a los soldados rasos. “No temáis al agua”, decía una cartela. Para que entendieran que la enfermedad era un enemigo peor que los Blancos hacías desaparecer de una sección, por fundido… a los muertos por enfermedad”.

  Con el análisis de la primera parte de este estudio realizado por el cineasta ruso, vamos a dar comienzo a una serie en la que trabajaremos otros tres documentales del cine-tren de Medvedkin.


2. ¡Cuida tu salud!

Marker no fue el primer cineasta en hacer un primer plano de un gato. Nadie lo hizo con tanto cariño como él, pero Medvedkin se le adelantó. La poeticidad y la pedagogía se dan la mano en una obra puramente cinematográfica que comienza con un gato lavándose. Se estima que el gato es el animal más limpio. Pero también se le dice a una persona que apenas se moja la cara cuando se levanta por las mañana que se limpia como un gato. Medvedkin realiza un montaje paralelo entre el gato y un par de hombres acariciándose el rostro con el agua.

                                      

Un plano más amplio nos enseña a ese hombre bajo una ducha de la que caen estrechos chorros que mira con temor. De repente, una cascada de agua cae sobre él. Salta el primer cartel: “¡No tengas miedo al agua!”. Sobre otro hombre cae otro chorro considerable que prácticamente lo hunde (bajo el agua).

                                                    

¿Cómo hay que lavarse?” se pregunta el segundo rótulo. Entonces se nos presenta a un hombre rapado que se enjabona las manos compulsivamente detrás de una cortina formada por chorretes de agua. Planos más cercanos nos muestra un enjabonamiento que frota y frota al ritmo de un hipocondríaco. Salta una cartela con un “2”. Ahora el hombre, con lo brazos bien blancos de jabón, se recorta las uñas. Nuevamente, un plano más cerrado detalla la acción. “3” indica otro rótulo. El hombre se aclara el jabón de los brazos con el agua. Se repite el esquema plano media a primer plano/plano medio corto. “4”. Una vez con las manos y los antebrazos bien limpios, toca meterse jabón hasta en los ojos. “5”. Nuestro protagonista parece cubierto por una máscara fantasmagórica, similar a las famosas máscaras teatrales griegas. El interior de las orejas, también, bien limpio. “6”. Aclarado. Las ducha puede terminar. En grande, el título de la película: ¡Cuida tu salud!, así, con exclamación. Es algo importante y en ese periodo apenas se tiene en cuenta.

                                                   

Medvedkin relata una situación crítica: “Las enfermedades han privado al Ejército Rojo de miles de sus mejores soldados”. Vemos a un pequeño grupo bajando una loma en la lejanía, camino de la guerra. Medvedkin lo deja bien claro en el rótulo: “Las enfermedades mellaron el ánimo y contribuyeron a la derrota”. El siguiente plano nos muestra a tres soldados caminando hacia el horizonte. El último de ellos cojea. Más tarde, con la cabeza gacha y sobre esta una mano, el soldado reposa, intranquilo, asustado, su rostro le delata. Entonces se produce la situación descrita por Marker, y un fundido hace desaparecer a gran parte del escuadrón. A los que no se cuidan como es debido. Unos caen, otros se lamentan y se esconden en zanjas. Los pocos que aguantan siguen por el desértico paisaje que los llevará a su perdición. Uno de ellos no aguanta más y se tumba. Consigue levantarse, pero, bajo la sombra de un árbol, cae. Un nuevo fundido encadenado lo convierte en una cruz. Hay que prestar atención al uso del lenguaje puramente cinematográfico ejercido por Medvedkin para ser claro. No solo en el uso de los encadenados, sino en el montaje, que aúna la narración con la asociación entre planos.Volvemos al hombre que habíamos dejado terminando de ducharse. Ahora se está secando con una toalla. Fundido a negro. Todo este proceso de higiene (en)cierra dentro de un círculo narrativo el relato sobre el Ejército Rojo, indicándoles a estos que son, no solo los más vulnerables a la muerte debido a su continúo contacto con la tierra y las infecciones, sino que también son los que más se tienen que cuidar en salud para poder afrontar las batallas y defender a su nación. Por ello, la coda sigue con el rótulo de “No infectes tus ojos con las manos sucias”.



                                          

Un militar, acaricia el lomo de un caballo. Los dos planos que se van acercando al protagonista aquí ya son tres, haciendo hincapié en esa caricia. Posteriormente, el hombre se sacude las manos y se rasca un ojo con el meñique, como si este estuviese más limpio que los demás (cosa que hoy en día, también, todo hemos hecho alguna vez). Le da una palmada al caballo para despedirse. El siguiente plano, un hombre con los ojos llorosos, infectados. No puede ni abrirlos. Sale del cuadro. Por si el mensaje no está claro. Un rótulo lo recuerda: “¡Acostúmbrate a lavarte las manos con frecuencia!”. Y volvemos a las imágenes de nuestro primer protagonista enjabonándose compulsivamente las manos.

Pero, también son importantes los pies. Y para no olvidarnos, el cartel muestra las letras en mayúsculas y bien grandes: “¡LÁVATE LOS PIES! En invierno, más a menudo. En verano, a diario”. Y una serie de primeros planos de perfil y frontales, como si los pies fueran los mayores delincuentes que infectan nuestro cuerpo. Los planos se repiten, se reiteran, se hace hincapié en ellos, el montaje se acelera. Un fundido a negro da paso al siguiente aspecto a cubrir: “La suciedad y los piojos surgen fácilmente en el pelo largo”. 
 
Nuestro protagonista es alguien al que se le ve el cartón, literalmente. Probablemente causado por esos piojos. Se nos muestra un plano de detalle de esa maraña de pelos que tiene en la cabeza, cuño flequillo es digno de David Lynch. “¡Córtate el pelo a menudo!”, impera el rótulo. Y sigue la evolución del corte capilar. El plano no muestra más que la cima de la cabeza, dejando fuera los ojos, identificando a este personaje con cualquiera que esté visionando el film. Una vez ha terminado el proceso, los soldados estarán tan fuertes y rapados como Popeye.

                        

                      

¡Sin bañarse no hay salud!”. Una ducha “griega” con todos los hombres bañándose juntos, en unas poses cuasi renacentistas. El más cercano se levanta y se lanza el pozal de agua por encima. “Pero no todo el mundo sabe bañarse…”. Y Medvedkin nos recuerda la tumba del soldado bajo el árbol de la colina. Fundido a negro que nos acerca a esa muerte. “Prepárate para el combate…¡con un entrenamiento de limpieza intensiva!”. El mismo Medvedkin se permite jugar con la picaresca. Recuperamos los planos del hombre enmascarado por el jabón, al tiempo que se alterna con un  saltador de trampolín que cuya imagen va en retroceso.
                               
Antes de que comience el dogma, se presenta en partes. “Parte 1. ¡Protege tu cuerpo de la suciedad!”. Siguen estas imágenes: Una mano se posa sobre el cabello. “Suciedad es igual a infección”. Un hombre pudiente se rasca la espalda. Mirada de locura, como si la infección se introdujera en su organismo y le convirtiese en un walking dead. El saltador de trampolín en retroceso. “¡No tengas miedo al agua!” le dice el rótulo a aquel trasunto de infectado. Se nos repiten las imágenes del saltador que vuela en reversa hacia su posición de salto. Una vez más, el cartel. Y, por fin cae dentro del agua. Un par de veces. Los rótulos recuerdan las ventajs del agua: “El agua fortalece la piel…”, reiteraciones del hombre cayendo al agua, “… y evita los resfriados”. El hombre se atreve a tocar los chorros de agua que suelta la ducha, pero se asusta y esconde la mano. Nuevamente el gato que se lame, en una comparación traicionera. La imagen del gato se congela, cuando este mira a fuera de campo y abre la boca en posición amenazadora. El eje de miradas provoca que el siguiente plano nos indique que el gato se ha sorprendido, se ha quedado boquiabierto porque el hombre se ha metido debajo de la ducha, pero no se termina de mojar. El gato está expectante. A este hombre que se limpia como un gato se le compara con la ducha de hombres que ya había salido. Todos ellos enjabonándose como es debido. Las poses se vuelven escu ltóricas, mientras se salpican por encima, pareciendo gatos. Entonces… “¿Cómo lavarse en la bañera?”.

 

Vuelve la enumeración en flashes de rótulos y se repite el procedimiento que vimos inicialmente, ahora llegando hasta el hombre cubierto de jabón por completo. También se nos recuerda que hay que cortarse las uñas de los pies después del baño. Y las de las manos, que tiene que estar bien blancas. El último recordatorio es que “El sudor y la grasa impregnan la ropa interior. La ropa interior sucia implica un cuerpo sucio”. Un ingenuo hombre, interesante el trabajo de las miradas más allá del documental, consciente de la representación, se rasca el sobaco. Los piojos también vuelve a recuperar importancia, pues “transmiten el tifus”. Y como una plaga que invade el cuerpo, los piojos entran en el plano vacío para saturarlo. Volvemos al hombre rascándose las ropas y el rótulo repite que se “vigile la limpieza de tus mudas”. Entonces se relacionan ambos conceptos: “La suciedad y los piojos atraviesan la ropa”, dice la cartela. Así que hay que sacudir la ropa a diario.


Dogmático, reiterativo, divertido también visto con nuestra entrenada mirada. Lo que es indiscutible es el dominio del lenguaje cinemtográfico que tiene Medvedkin y como supo aplicarlo a lecciones de higienes, entre muchas otras, que fueron recorriendo la Unión Soviética, y que iremos analizando aquí de ahora en adelante.





Diferentes trabajo de Aleksandr Medvedkin y el cine-tren se pueden encontrar en el pack editdao por intermedio


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